Las compañías de videojuegos en busca de la trinidad
Estamos viendo cómo año tras año, ciertas empresas se están consolidando cada vez más, con ventas imparables y una base de jugadores que no cae ni en una mala racha. En esta época en la que el sector de videojuegos está madurando, hay una unificación de marcas: se elimina lo menos popular y se fomenta más lo que triunfa. Pero ¿cuánto hay que eliminar? ¿cómo decidir qué es lo que triunfa? Si miramos a las compañías más grandes de la industria, podemos extraer algunas respuestas.
La actualidad demuestra que las franquicias son un bien muy preciado para una compañía de esta industria, y de hecho, para cualquier industria audiovisual. Sin embargo, con los videojuegos existe el factor determinante de que el desarrollo es muy caro, el precio que tiene que pagar el consumidor también es más caro en comparación al cine o los cómics, y en definitiva, empezar un proyecto indeterminado puede ser una maniobra tremendamente arriesgada. Apostar por una franquicia que ya tiene un amplio respaldo es lo más natural, pero también es importante no apostar todo al mismo caballo. ¿Cuál es el punto medio?
Considerando que cada marca tiene sus propios objetivos y un público distinto, también un tamaño diferente, es natural que ciertos productos o franquicias sobresalgan sobre las demás. Un ejemplo evidente sería Rockstar, con Grand Theft Auto como franquicia estrella desde hace muchos años, pero también podríamos considerar Red Dead Redemption, que a pesar de tener unas ventas bastante inferiores a GTA, ha conseguido colocar la espectacular cifra de 55 millones de unidades. Estas franquicias las conocemos todos, pero muchas otras han ido cayendo con el tiempo: Bully, Midnight Club, Manhunt, Max Payne… si Rockstar es capaz de generar tanto beneficio, ¿por qué las ha abandonado?
En mi opinión, hay un punto de convergencia en este aspecto que podemos ver en los últimos tiempos: parece que el número “feliz” de franquicias que hace resiliente a una compañía es tres. Tres franquicias de éxito permiten una flexibilidad suficiente como para resistir imprevistos, otorgan una presencia más fuerte a la marca, y facilitan potenciar de forma considerable el crecimiento de cada franquicia. Para simplificar, vamos a tratar las compañías como la entidad más cercana al desarrollo de un videojuego, sin contar estudios, filiales o corporaciones superiores que no tengan un papel esencial.
Como jugadores, es obvio querer más franquicias, nuevos juegos, ideas innovadoras y no jugar siempre a lo mismo. Pero desde el punto de vista del negocio, y mirando a las más grandes, parece claro que centrar los mayores esfuerzos en tres franquicias sale especialmente rentable. En la imagen de arriba, las franquicias menos exitosas han vendido más de 30 millones de copias, y en general, tienen un historial de éxito consistente durante una o dos décadas, incluso tres en el caso de Nintendo y Capcom. Es difícil pensar que juegos con este nombre dejarán de vender millones de copias. Ciertamente podríamos añadir más franquicias: Mega Man en el caso de Capcom, Animal Crossing en Nintendo o Uncharted en PlayStation. Sin embargo, en la actualidad, parece claro que estas pertenecen a un segundo grupo de éxito respecto a las más importantes en su propia casa.
Esta situación se acentúa con los años. Cada vez vemos menos juegos pequeños, de franquicias poco conocidas, y parece claro que captar un considerable sector de ventas en los videojuegos es muy difícil de conseguir: si en unos cuantos intentos no lo han conseguido, lo dejan de intentar. Es más efectivo seguir ampliando la base de jugadores de sus franquicias estrella, sacar más títulos, remasters, spin-offs, y ahora también películas, juegos para smartphone, cómics y más. Son una fábrica de hacer dinero.